sábado, 5 de febrero de 2011

Los comandantes militares más inútiles

Han habido personas que han dirigido importantes ejércitos de todo un país, los cuales se ha demostrado que no  estaban preparados para ello, ya que terminaron conduciendo a su nación a las más estrepitosas de las vergüenzas y derrotas. Estos han sido los comandantes militares más inútiles y famosos por ello de toda la historia:

10. Redvers Buller. Aunque recibió varias condecoraciones de la nación inglesa, lo que es cierto es que tenía la capacidad estratégica de un niño de 4 años, y es que el mandato a sus tropas de cruzar el río Tugela para llegar a la ciudad de Ladysmith en la guerra anglo-boer que se llevó a cabo en Sudáfrica, y es que no se le ocurrió pensar que había aproximadamente 8.000 holandeses esperando al ejército inglés bien preparados a la otra orilla del río. Esta fue la gota que colmó el vaso y la que le costó el puesto, pero no fue la única, ya que anteriormente se perdieron las batallas de Spion Kop y Krantz Vaal por su ineficiencia.

9. Rodolfo Graziani. Fue nombrado por Mussolini, jefe del ejército italiano en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1940 dirigió la ofensiva italiana en el norte de África, pero fue derrotado por los británicos poco después de haber capturado Sidi-Barrani y después de varias decisiones catastróficas. Así, en 1941 tuvo que aprobar la llegada al frente africano de las tropas alemanas del Afrika Korps, al mando del mariscal Erwin Rommel. Terminó encarcelado tras la Segunda Guerra Mundial, siendo condenado a 20 años de prisión, aunque sería puesto en libertad en 1950.

8. George Brinton McClellan. Se había probado como un eficiente organizador con un fuerte magnetismo personal. Por este motivo, unido a algunos éxitos en Virginia Occidental, el presidente Lincoln lo nombró Mayor General en el ejército de la Unión, sólo bajo el general Winfield Scott. Reorganizó un ejército desunido y pobremente disciplinado, lo que le valió el respeto y aprobación por parte de sus hombres. Sus operaciones militares, sin embargo, sólo fueron una serie de frustraciones y oportunidades desperdiciadas. McClellan consistentemente sobreestimaba la capacidad de su adversario, y sus planes excesivamente cautelosos carecían de la audacia y decisión necesarias.
Luego de la batalla de Antietam, se le ordenó resignar su comando al general Ambrose E. Burnside y regresar a Nueva Jersey, su hogar en ese momento, a esperar nuevas órdenes, que nunca llegaron.

7. William Westmoreland. Se hizo célebre como comandante en jefe de las operaciones militares estadounidenses de la Guerra del Vietnam entre 1964 y 1968. Bajo el mando de Westmoreland, los Estados Unidos « han ganado cada batalla hasta haber perdido la guerra ». El punto de involución de la guerra fue la ofensiva del Têt en 1968, durante la cual las tropas comunistas atacaron ciudades y pueblos por todo Vietnam del Sur. Los estadounideneses y las tropas sudvietnamitas rechazaron los ataques, y las tropas norvietnamitas y del Viet Cong sufrieron fuertes pérdidas. Sin embargo, la ferocidad de los ataques quebró la confianza que el público norteamericano podía todavía sentir escuchando las seguridades en que insistía Westmoreland respecto del futuro del conflicto.
Las opiniones sobre su actuación en la guerra de Vietnam son muy controvertidas. Se constató que bajo su mando los efectivos de las tropas estadounidenses pasaron, como se ha comentado anteriormente, de 15.000 a medio millón de soldados. Es por tanto uno de los responsables de la escalada de efectivos y, en consecuencia, de muertos (por ambos bandos) y del horror de esta guerra.
Siempre afirmó que la guerra de Vietnam no fue una equivocación de Estados Unidos y que la Historia reconocería la justificación de los millones de muertos causados por la intervención estadounidense.

6. Maurice Gamelin. Este general comandaba el ejército francés cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Una neurosífilis le hacía tener fobia al teléfono y a sus oficiales. Como no confiaba ni en la radio, ni en los teléfonos militares, impartía sus indicaciones por medio de la red telefónica civil. Cuando los alemanes comienza a cortar las líneas, las orden del general Gamelin tardaban 48 horas en llegar a sus hombres. Tenía un frente de 800 kilómetros, no previó ninguna operación logística y el resultado fue que sus tropas se quedaron sin combustible y sin pertrechos. Otro de sus problemas era su falta de decisión, algo imperdonable si ocupas el cargo que ocupaba él, ya que aún conociendo cuando, como y donde iban a atacar los alemanes, el prefirió "esperar acontecimientos por miedo a las represalias", cuando decidió que era el momento adecuado para combatir contra los nazis, ya era demasiado tarde.

5. Arthur Percival. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue el comandante en jefe del Ejército Británico y del Ejército de la Commonwealth durante las batallas de Malasia y de Singapur.
Tras los combates con los japoneses, que sin embargo se hallaban en inferioridad en términos reales, Percival se vio obligado a capitular el 15 de febrero de 1942 lo que constituyó según Winston Churchill «el peor desastre y la capitulación más importante de la historia británica». El acontecimiento debilitó igualmente la presencia británica en el este de Asia. Según John George Smyth, la defensa en Malasia era defectuosa desde hacía varios años, y ocupaba a tropas experimentadas y mal equipadas.

4. Pavel Grachov. Fue uno de los cargos más importantes en el inicio de la Primera Guerra Chechena, realizando una de las frases más famosas del panorama político de los 90: “en un par de horas y con dos regimientos aerotransportados terminaremos con ellos”, el conflicto como bien sabéis dos años y hubieron cerca de 60.000 muertos. En medio de esta guerra, el 1 de enero se llevó a cabo la famosa toma de Grozny, en la cual murieron cerca de 800 rusos, pues se descubrió poco después que Grachov estaba en esos momentos celebrando su cumpleaños en su inmensa mansión, y es que a la rueda de prensa del día siguiente se le notaban ciertos síntomas de embriaguez.

3. Antonio López de Santa Anna. Se auoproclamó el "Napoleón Americano", y es que al igual que Bonaparte, se resistía a dejar el cargo, ya que fue presidente de México en 11 ocasiones. Tras el gran éxito logrado en la Guerra de Independencia Mexicana, el resto de su carrera no resultó como él hubiese deseado. Santa Anna, era conocido por sasumir grandes riesgos en el campo de batalla, además de por su brutalidad. Poco después de declararse dictador de México, los rebeldes que se oponían a ello crearon tres repúblicas, siendo una de ellas la República de Texas. En la famosa batalla de El Álamo, Santa Anna luchó para derrotar a unos 250 tejanos con un ejército 2.400 mexicanos, perdiendo a un 25% de su ejército. Poco después Santa Anna perdió Texas en la Batalla de San Jacinto. Una vez más la lucha contra superaron a los tejanos, esta vez Santa Anna perdería la batalla increíblemente, ya que otra vez en superioridad de hombres perdieron a gran parte de su ejército, sufriendo los texanos solamente dos bajas.

2. Darío III de Persia. Fue el último rey persa de la dinastía aqueménida, y es que él no era tan buen gobernador como lo fueron sus predecesores Cambises y Ciro.
En el año 334, Alejandro Magno III invadió Asia Menor a la cabeza de un ejército conjunto greco-macedonio. Tras desembarcar en la Tróade, tomó varias ciudades y aldeas de la costa egea ). Un ejército persa de unos 50.000 efectivos, al mando de Memnón de Rodas, plantó cara al rey macedonio, siendo derrotado en la batalla del Gránico. Tras esta victoria, las fuerzas greco-macedonias avanzaron por la costa mediterránea en dirección a las Puertas Cilicias. Ante este avance, en 333 a. C. el propio Darío asumió el mando de los ejércitos persas para luchar contra el rey macedonio, pero su numeroso ejército fue ampliamente superado y derrotado en la batalla de Issos. Darío huyó cuando comprobó que la batalla estaba perdida, dejando atrás su carro, el campamento persa y a su propia familia.
Poco después se produjo la batalla de Gaugamela finalizó con una gran derrota de los persas, ante la cual Darío emprendió la huida de nuevo, dirigiéndose a Arbela y más tarde a Ecbatana, la capital de Media. Alejandro ocupó las ciudades de Babilonia y Susa, antes de emprender la persecución de Darío para impedirle reunir un nuevo ejército en las satrapías más orientales. Por tanto Darío huyó de nuevo hacia Hircania, una satrapía situada al sur del Caspio, y desde allí trató de dirigirse a Bactra, la capital de Bactriana, perseguido de cerca por el ejército macedonio.
Sin embargo, al ver que Alejandro estaba decidido a capturar a Darío, un grupo de nobles, entre los que se encontraban los sátrapas Besos, Barsaentes y Nabarzanes, tomaron a Darío como rehén, para así poder pactar con Alejandro y, al entregarlo, obtener del rey macedonio la independencia de las satrapías orientales que gobernaban. Enterado Alejandro de estos sucesos por un grupo de persas fugitivos, emprendió una rápida marcha para llegar hasta Darío (mediados de julio de 330 a. C.), pero poco antes de llegar al campamento de los sátrapas insurgentes, éstos apuñalaron a Darío al tener conocimiento de su llegada, y emprendieron la huida. Darío sólo sobrevivió unos instantes, agradeciendo el socorro que le brindó un destacamento macedonio. Se cuenta que Alejandro, al ver el cadáver de Darío, lloró y lo cubrió con su manto, diciendo: "No era esto lo que yo pretendía".


1. Publio Quintilio Varo. Corría el año 9 d.C y los pueblos germanos habían decidido unirse para hacer frente a las legiones romanas invasoras. La gestión del emperador Publio Quintilio Varo en Germania había sido severa y expeditiva en exceso, sus métodos crueles, la corrupción generalizada y las elevadas tasas de los impuestos romanos provocaron un clima de rebelión entre las tribus germanas y un odio feroz hacia el gobernador romano. Publio Quintilio Varo disponía en Germania de tres legiones romanas más 9.000 soldados de tropas auxiliares, es decir, en total alrededor de 25.000 soldados romanos. Finalmente, el choque llegó en septiembre de aquel funesto año para el Imperio Romano. Publio Quintilio Varo había decidido de manera irresponsable adentrase en los bosques de Teutoburgo (en la actual Baja Sajonia) para dar un rodeo en un trayecto hacia la zona del Rin donde habrían de invernar las legiones romanas.
La incursión en los bosques de Teutoburgo fue una decisión fatal. Las tribus germanas sabedoras de los planes de los romanos se habían cohesionado y unido e incluso obedecían las órdenes de un sólo comandante militar, el famoso líder querusco Arminio. Ironías de la Historia, Publio Quintilio Varo había facilitado con su deficiente gestión la unión de las antaño dispersas y belicosas entre sí tribus germanas. Y así llegó la terrible jornada del 9 de septiembre cuando en medio de una tormenta torrencial, sobre caminos empantanados y cubiertos de barro, las tropas de Arminio sometieron a las legiones romanas en una incruenta emboscada. Los ejércitos de Publio Quintilio Varo estaban rodeados y sin duda que no les esperaba un destino agradable. En los días siguientes al 9 de septiembre las tres legiones romanas fueron prácticamente aniquiladas y apenas lograron escapar un millar de soldados, mientras más de 20.000 soldados romanos, entre legionarios y tropas auxiliares, yacían sobre la espesura de Teutoburgo. Publio Quintilio Varo en un arranque de honor romano se quitó la vida antes de entregarse vivo a los germanos, aunque como bien sabemos los germanos no hacían prisioneros y se dice que los pocos romanos que se entregaron fueron quemados vivos metidos en jaulas de mimbre.

2 comentarios:

pablo-keyman dijo...

falto adolf hitler que teniendo todas las mejores herramientas políticas y militares en sus manos,no pudo ganar la II guerra mundial

Mamba Negra dijo...

Tambien falto el general Silvestre

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